¿Quién dura más?[Libre]

Sigiloso, había hecho muchas cosas sigiloso, entre ellas alimentarse de humanos, alimentarse de tibia sangre deliciosa siempre al paladar más exigente. No obstante, aún era incapaz de relacionarse con los Cullen, justo como parte de su complicado plan le dictara, un plan que trazara desde mucho antes de llegar a norteamérica. Abandonó la casa de Agatha más o menos temprano, claro, temprano desde el punto de vista del ocaso, cuando la luz del sol se retira finalmente. Seattle era su destino, así podría cazar sin dificultad alguna, incluso existía la posibilidad de ser capaz de llevarse algún recuerdo a casa....


La ciudad exhibía mucha gente, incluso las zonas habitacionales, tal vez por el día, tal vez por el hecho de que no era tan tarde y la noche comenzaba apenas. Se vistió con una chaqueta de cuero que consiguiese de un humano, una camisa blanca de seda, vaqueros azul marino y un par de botas negras. Sí, parecía alguna clase de extraño motociclista o delincuente, pero poco le interesó el asunto. Terminó paseándose en la localidad, con la mirada parcialmente ausente y un tanto más de pereza... Estar en aquel país no era tan emocionante como centroamérica, lo cual representaba una terrible desilusión.

Finalmente percibió una esencia fuera de lo habitual, un aroma que fácilmente lograba salirse de la escala habitual de los humanos. Se encaminó hasta ahí, tan tranquilo como pudo, moviéndose como un mortal e incluso respirando como tal. Al final se percató que era una pequeña niña cuya edad quizás no habría superado los quince, situación bastante particular que prontó despertó su curiosidad. Se tomó el atrevimiento de encaminarse hasta ella, sentándose a su lado, esbosando una sonrisa mientras saludaba.

-Bonita noche para mirar gente, ¿no?- inquirió soltando una ligera risa al aire.

Contempló con cierta curiosidad a la vampiresa, más aún después de escuchar aquella declaración tan críptica que solo terminara en más incógnitas que resolver. Los ojos de la inmortal eran de un rojo intenso, seguro bebía sangre humana habitualmente... igual que él. Poco debió esperar para que el tumulto de los humanos le sacara de sus cavilaciones, de la resolución del acertijo que le planteara la vampiresa mediante sus palabras, enunciadas de una forma bastante gélida, tal como era la piel de los bebedores de sangre.

Ladeó la cabeza mientras veía a todos aglomerarse, espantados de un par de bolsas de carne en el suelo... sin embargo, cuando la voz de la, en apariencia, pequeña inmortal le devolvió a la realidad, su mente vinculó rápidamente los sucesos con ella. ¿Era la responsable de semejante acto? ¿Acaso tenía un don tan poderoso como para influir en la salud de un mortal? Enarcó una ceja devolviendo su atención al alimento de inmortal, para después girar el rostro en dirección a la vampiresa, con un toque de incredulidad plasmado en él. Recargó su espalda por completo mientras barajaba algunas suposiciones en su cabeza.

-¿Así que tú puedes hacer eso?- preguntó señalando con los ojos de forma sutil a la pareja de humanos- Demonios, y yo creía que correr como el diablo era sorprendente.- añadió aún con cierta incredulidad.

Si no fuese porque la gente habría volteado verles, captando seguramente una atención innecesaria, Lennard probablemente habría lanzado una fuerte carcajada al tener que decidirse sobre quién caería primero. Los hombres, los hombres tenían siempre menor resistencia al dolor, el umbral de las mujeres podía llegar a ser mucho más elevado de lo que uno se imaginaba... eso le dictaba la experiencia.

Finalemente se acomodó para observar la manera en que los humanos sucumbían ante el aparente don de la inmortal, cuya sonrisa celestial contrastaba notablemente con las palabras y tono que podía llegar a usar. Cruzó una pierna mientras sus ojos rojizos se fijaban en la pareja sometida a la tortura, hasta que finalmente uno de ellos sencillamente murió, sucuerpo quedó rígido en un rictus increíblemente doloros, el cuerpo colapsado en una pose bastante caprichosa e inhumana. Lenn aplaudió tan bajo como le fue posible, al tiempo que un sujeto llamaba una ambulancia en su teléfono móvil. ¿Encontrarían alguna clase de falla en los órganos de los mortales? Rápidamente la curiosidad de Lennard fue en aumento...

Volvió la mirada donde la pequeña torturadora, sonriente a pesar de la situación, al final, a él poco le importaba una vida más, una vida menos... claro, era menos sangre que consumir pero, ¿quién la podría extrañar?

-En Europa, mi mentor, Marius, me enseñó algunos trucos, claro, tenías que destripar al sujeto de experimentación para poder divertirte un poco... Bueno, no todos tenemos la fortuna de poder... influir en la cabeza de los demás con faclidad- comentó sonriendo Lennard. Entonces cayó en la cuenta de un interesante detalle....-Dijiste nosotros..... ¿acaso te referías a los Volturi?- cuestionó con un notorio toque de curiosidad

Pronto apreció a aquella inmortal, quien poseía una mentalidad de hierro y hielo en un cuerpo diminuto y a simple vista frágil. Las pisadas se incrementaron, gran parte de los transeuntes se desviaban a observar el suceso. Las tenues luces nocturnas parecían incluso iluninar el cadáver humano y a la mujer que todavía estaba en shock y con la vista perdida en el horizonte, mirando a ninguna parte, seguro con su cerebro dañado en un grado irreversible.

Lo que consiguió sacar de sus cavilaciones a Lennard fue la afirmativa a su pregunta, y más aún, la clase de afirmativa que acaba de conseguir. Sabía de antemano que los Volturi tenían entre sus filas a vampiros con dones extremadamente poderosos, haciendo a su guardia un grupo de inmortales por demás formidables y casi invensibles... casi... Plasmó un gran letra O en sus labios, observando que nadie les viera, para después realizar una reverencia en dirección a la pequeña vampiresa, con una sonrisa de asombro y agradecimiento a las fuerzas cósmicas.

-Por todos los dioses, es todo un honor encontrarme delante de una integrante de la guardia, más aún, de tí- saludó con pleno uso de la humildad que aprendiese de Marius- Lo preguntaba por tu forma de expresarte en plural y el potente regalo mental que posees.

Las sirenas pronto se escucharon, primero notablemente lejos, después aproximándose rápidamente desde alguna de las calles aledañas, seguramente había un hospital o cosa semejante en los alrededores, por lo cual los servicios médicos habían sido capaces de llegar en breves segundos al lugar de los hechos. Lennard se recordó mentalmente que tendría que verificar los diarios locales para investigar la manera en que clasificaban el deceso del varón y el estado catatónico en que quedara la humana después del impacto del don enviado por la pequeña vampiresa. Inconscientemente había volteado en dirección al bullicio de la calle, no obstante, prestando su completa atención auditiva a la Volturi, quien con la arrogancia propia de los gobernantes del mundo al que pertenecía, defendía la grandeza de sus poderes.

Lenn giró para verla con mayor detenimiento, exhibiendo una sonrisa mientras ladeaba la cabeza a manera de negación, con movimientos suaves y casi rítmicos. Llevó ambas palmas juntas a su regazo mientras terminaba de escuchar hablar a la pequeña vampiresa, frotando delicadamente las yemas de sus dedos entre sí. Cerró los ojos mientras inclinaba un poco la cabeza, simulando una especie de antigua manera de emitir una afirmativa. Volvió a contemplar a la Volturi con sus ojos carmesí poco después para finalmente expresarse.

-Me he expresado erróneamente, me disculpo por ello. A lo que me refería era a que es una habilidad muy poderosa- echó un brevísimo vistazo al espectáculo de muerte que se llevaba a cabo más allá y luego prosiguió- ¿Y cómo no habría de profesar un profundo respeto a la estirpe noble de mi especie? De no ser por sus leyes el globo terráqueo estaría en caos absoluto.- dijo en menos que un susurro inaudible para un ser humano cualquiera, pero perfectamente entendible para un sobrenatural como ambos- a pesar de que muchos tiendan a diferir en ello.

Y entonces el espectáculo terminó con la partida de los servicios médicos. El público seguían sin creerlo, como siempre, se negaban a creer la muerte súbita de uno de los de su especie. Además, recordaban muy a su pesar que en algún momento seguirían el mismo fatídico destino, así fuera por la mano de un inmortal o por los designios de la infalible naturaleza.

Algo que no dejaba de asombrarle era la increíble arrogancia de los Volturi, había escuchado de ello con anterioridad, pero verlo era completamente diferente, era como ver a un vampiro creyendo que ocupaba el lugar de los dioses... aunque, desde luego, esto último no se encontraba tan lejos de la realidad. Si eso fuera, sus dotes bien les valían semejante orgullo y distincinón... sin embargo, ¿por qué habían sido derrotados por los Cullen? Prefirió no mencionar el tema, seguro aquella vampiresa se molestaría notoriamente con semejante insolencia.

-Siempre lista para servir a los designios de los maestros- murmuró con una sonrisa Lennard- ¿Cómo los eligen? Es decir, he escuchado que el Maestro Aro solo escoge a los más poderosos para estar bajo su mando, ¿es verdad ese rumor?- inquirió el vampiro con notoria curiosidad aflorando en su voz.

Escuchó cuidadosamente las palabras de la Volturi, imaginando qué clase de habilidades tendría el resto de los integrantes de la guardia. Marius solía decir que eran increíbles, formidables guerreros capaces de infundir terror en el corazón de la mayoría de los inmortales... aunque en su caso, Len experimentaba más una especie de fascinación que miedo hacia ellos. Pensó su agilidad durante sus años de humano y la posterior conversión, que incrementó de manera brutal su velocidad volviéndole el más rápido vampiro de todos lo que conociera hasta ese día. Frotó con un par de dedos su barbilla, la cual exhibía un poco de vello facial, apenas lo necesario para agradar a los gustos de Lennard. Los pasos de la gente comenzaron a escucharse de nuevo, finalmente se retiraban, de seguro a meditar en lo sucedido o hacer escándolos y chismes sobre el deceso de un humano.

-Entiendo- murmuró sumergido en sus cavilaciones parcialmente, mirando de vez en vez los ojos carmesí de la Volturi, quien no dejaba de sorprenderle tanto por su apariencia como al pensar en la clase de habilidad que poseía- Supongo que ya probaré que tan buena es mi habilidad cuando viaje a Italia- bromeó, aunque para su fuero interno aquello era una verdad indiscutible- Ah, casi lo olvido, me llamo, Eisenberg, Lennard Eisenberg- dijo de pronto, haciendo una reverencia como si estuviera en el siglo XIX todavía.

Lennard soltó una risa suave, socarrona, ladeando la cabeza a manera de negación. Comenzó a admirar el cielo mientras se estiraba, como un humano quitándose la pereza, cruzándose de brazos un poco después. Seattle era una ciudad de lo más interesante, llena de sorpresas en todos sitios, sino cualquiera podía preguntarle a él, quien llegara creyendo que sus planes serían más complicados...

-No soy ingenuo, Jane- musitó el inmortal entre susurros- Sé bien lo que pasaría si fuese a causar un caos... no sólo allá.- después vino la interrogante que tanto había esperado. guardó silencio un momento mientras elegía cuidadosamente sus palabras. Después dirigió sus ojos carmesí en dirección a la líder de la guardia Volturi y contestó con plena determinación- Lo preguntaba para darme una idea de cuántas posibilidades tengo de unirme a la guardia, eso es todo- confesó imaginando el esplendor de Volterra y casi anticipando la reacción de Jane.

Una sonrisa segura, una sonrisa de confianza plena se plasmó en el rostro inmortal de Lennard. Existía la posibilidad de ingresar, al menos como parte temporal de la guardia de los Señores Volturi. Asintió ligeramente con la cabeza ante las palabras de Jane... todavía ansiando ver en acción al resto de los miembros de la guardia. Silbó cuando la vampiresa disparó, cuando le lanzó la pregunta. Se llevó la diestra a la barbilla fingiendo que meditaba aunque ya tenía completamente bien elaborada la respuesta que daría a la líder de la guardia. La tranquilidad regresaba rápidamente a Seattle, la tranquilidad de aquellos que al final decidían ignorar la muerte del humano y el terrible estado de la mujer.... Por supuesto, era lo mejor que podían hacer, dejar todo como estaba y evitarse mayores problemas.

-Podría sonar a algo tonto- comenzó con sinceridad- pero si me dices que conoces a alguien capaz de cruzar este continente desde Alaska hasta la Patagonia en menos de un día, entoncces diré que no tengo ninguna clase de dote más que astucia e inteligencia- declaró Lennard, imitando a Jane al encogerse de hombros.