Aburrida, pensando {Libre}

Los humanos envejecen, que aburrido. No quisiera ser humana, no completamente. Se que la vida no es eterna ni para un vampiro, y aunque viva cien mil años en algún momento otro vampiro lo matará... Y así consecutivamente. No creo que alguien viva la eternidad, porque si en algún punto nación, en algún punto muere. Pero los humanos, pobres, tienen tan pocos años. Valoran demasiado unos diez o veinte años, cuando para un vampiro tan solo son como minutos.
Es cierto, yo soy híbrida. No soy completamente vampiro y no sé cuanto viviré. Pero se supone que en algún momento dejaré de envejecer y la inmortalidad será mia. Eso me dijieron, aunque no se si sea verdad. Creo que por dentro temo no para de envejecer y que mi vida se acorte de solo diez o quince años desaprovechados. De seguro el no tener la inmortalidad es un impulso para valorar la vida. Ojalá yo la valorar más.

¿Cuanto tiempo puede pasar una persona pensando estupideces? Aparentemente, yo mucho. Si tuviera la eternidad podría decirse que la desperdiciaría. Aquella vez, era de noche. De noche, y yo me encontraba sola, aburrida, pensando.
Esta ocasión estaba en la Plaza, observando la luna brillar, sentada en un banco blanco que reflejaba en ciertos momentos el brillo del cielo. Estrellas, no había tantas. Mejor para mí, la vista era más bella cuando una pelota blanca iluminaba el medio de la oscuridad. Eso era la luna, una pelota blanca que estaba sola entre sombras.
- Ya, Becca, deja de pensar estupideces - murmuré en voz alta para mi misma, mientras que con una mano corría un mechón de cabello que cubría mi rostro.

Rayos, ¿cómo podía ser que alguien dudara tanto? Y no exactamente de sí misma, sino de quienes la rodean. Es decir, siempre fui muy desconfiada y eso puedo admitirlo tranquilamente, ¿pero en tal exceso? Temo hablar de más durante gran parte del día, y cuando hablo no estoy segura de que decir y que no. Supongo que ser parte de los Volturi es una bendición y a la vez una desgracia.
Desde que ingresé por las puertas del castillo se me hizo evidente que allí hay dos opciones: “Unirse o morir”. Aún así, eso si desean que te unas. Si no, solo queda la otra opción, morir. Yo, por suerte, fui digna de la primera opción pero, ¿qué sucedería si en algún momento eso cambiaba? ¿Si la guardia experimental acaba y yo quedo fuera de todo? Probablemente moriría. Por eso, creo que lo que más me conviene a mí es cuidar mis relaciones. No creer tener amigos, pero tampoco ser indiferente a todos. Estar… Calmada, creo.
Calmada, la plaza estaba calmada. Solo algunos humanos de aromas exquisitos terminaban con sus paseos. Humanos que no tocaría, ya que si lo hacía estaría optando por la segunda opción, morir. Entre todos esos aromas pude distinguir uno, uno que no era humano. Un Volturi, pensé. ¿Demetri? Creí que era él, aunque mi memoria no era lo suficientemente buena cuando no prestaba atención, y no podía asegurar que se tratara exactamente de aquel vampiro. Aún así, ya había estado junto a esa persona, el aroma era familiar.
Al oír su voz y verlo supe que era él. ¿Se sentaría a mi lado? Entonces era momento de estar más atenta que antes. De alguna forma desconfiar tanto me hace sentir mal, idiota y desprotegida, pero el no hacerlo podría no beneficiarme. – No, puedes sentarte si quieres – respondí con la expresión más calmada que pude y con una suave curvatura en mis labios. No mostrar signo alguno de temor.
Quizás todo era puro invento mío, quizás nadie consideraba matarme y yo solo desconfiaba porque sí. Pero no está de más ser cuidadosa.

Al oír su comentario me di cuenta que realmente estaba siendo paranoica. No digo que no deba preocuparme, pero tampoco llegar a tal extremo. No era bueno para nadie. Por un momento mis labios se curvaron llegando a formar una sonrisa, algo poco común en mí, aunque nunca se separaron como para emitir sonido alguno o enseñar mi dentadura.
Sí, definitivamente yo exageraba. Conversar no era lo que mejor se me daba, y menos con un vampiro, pero quizás él no era tan malo. En realidad, nunca dije que fuera malo, solo algo… Intimidante. Eso mismo, intimidante. Aunque supongo que podría acostumbrarme a eso. Ya me estaba acostumbrando, y creo que en algún momento llegaré a tener suficiente edad y conocimiento del mundo como para no sentirme estúpida al lado de alguien sabio. O eso espero.
– ¿La chica espejo? – pregunté con una suave risita, observando sus brillantes ojos rojos. Que interesante manera de llamarlo. Y divertida, nunca habría creído llegar a tener una especie de apodo por algo que pueda hacer. Es decir, quizás mostrar emoción, aunque sea interna, por algo así no era muy maduro que digamos; pero nadie me obligaba a ser madura, no en aquel momento. – Si, la chica espejo – afirmé con una sonrisa. La chica espejo, me gustaba como sonaba.
¿Cuántos años llevaría él en la guardia? ¿Cuántos años llevaría de vida? Es extraño, pero cada vez que mantengo aunque sea una palabras con alguien miles de preguntas sobre esa persona comienzan a rondar mi mente. Aún así, rara vez llegaba a hacer alguna, en realidad. Generalmente me quedaba con la duda, y eso a veces generaba más duda y más. Un círculo infinito de dudas. Quizás, en algún momento podría hacerle alguna pregunta de esas. Aunque no sé si me atrevería. No es tanto por temor, sino… No lo sé, quizás si es temor y no sé a qué exactamente.

Él tenía razón. Creo que en algún momento, muy dentro mío, subestimé un poco la inteligencia de la Guardia. Quiero decir, me había preguntado más de una vez por qué gente con dones tan poderosos servía a tres vamipros. ¿Qué tenían de especial? Hasta yo me volvía un robot cuando veía a Aro, es verdad, pero, ¿por qué? Había considerado el hecho de que, quizás, su inteligencia no estaba al nivel de su poder, y por eso servían a otros. Aún así, era evidente que mis pensamientos estaban errados. Tan bien demostraban lo sabios que eran. Ojalá yo en algún momento pueda llegar a ser así, así de fuerte, inteligente. Creo que por dentro los admiro.
En cuanto a los apodos, creo que tenía razón. Me hacía acordar a los superheroes. "Hombre araña", "Superman"... "Chica espejo". Sonaba bien. Me había fascinado.
¿Yo era de pocas palabras? Sonreí. Sí, quizás sí. Más bien era algo tímida, si así podía llamarlo, y el solo hecho de hablar con alguien me ponía algo nerviosa. Pero en esos momentos, yo estaba segura de que tan solo era cuestión de tiempo. En cuanto me acostumbraba a otra persona, en cuanto me abría, hablaba mucho más. Tal vez, si no se tratase de un Volturi y de alguien a quien debía obedecer, mi comportamiento habría sido mucho más liberado. Por algún motivo trataba constantemente de controlar mis palabras, y ya no tanto por temor a decir algo que me unda, si no por respeto. Con alguien igual a mí, en el mismo nivel, no tenía tantos problemas. Mi confianza era mayor y no pensaba en cuanta historia pasada tendría la otra persona... Pero él, yo tenía bien en claro que era mucho más superior que yo.
- Puede ser... Aunque a veces, si me quedo callada y no me explico me traigo muchos problemas - comenté con un tono tranquilo, mientras que lo observaba. ¿Qué tan hablador sería él?. - ¿Puedo preguntarte una cosa? - pedí permiso. No le tiraría todas mis dudas encima, no podía hacerlo, pero quizás una sola pregunta...

Listo, entonces preguntaría. ¿Cuál de todas mis preguntas haría? Lo dudé por unos segundos, permanecí en silencio. Creo el ambiente mi distrajo un poco, como solía hacerlo. Pocas personas pueden apreciar un lugar así de bello con la cantidad de años que yo tenía. Supongo que si lo pensaba podía considerarme especial, o afortunada. No, ese concepto no me cabía por mi mente. Miré sus ojos nuevamente. ¿Si yo me alimentaba de sangre humana, los mios serían igual? De seguro a lo largo de los años lo averiguaria. Aunque con comida humana me bastaba, creo. No voy a negar que el aroma de un humano es muy diferente al de un animal o al de la comida, pero... No lo sé, no me gusta tanto matar como creía.
- ¿Por qué te uniste a la guardía? - formulé la pregunta lo mejor que pude, tratando de cortar mis pensamientos, llevando mi mente nuevamente al tema. Si lo deseaba, distraerse era fácil para mí. Otro motivo por el cual perdía el hilo de la conversación generalmente. Aún así, tan mágicamente como lo perdía lo recuperaba. - ¿Fue... Hace mucho? - agregué antes de dar tiempo a que respondiera mi pregunta.
Creo que solo unos pocos llevaban años allí. Los demás, quizás siglos. Para un vampiro, vivir cincuenta años no era mucho, a difrencia con los humanos, que lo consideraban casi una vida.
Creo que por dentro, haber nacido en otra época me habría gusta. De haber nacido antes, habría vivido más cosas. Yo estaba al tanto que mi mente no era la de un humano de cuatro años, y que mi crecimiento era distinto. Ser humana habría sido completamente diferente a lo que seré siempre, y aún así parte mía lo es. No sé si me gusta ser así, pero estoy segura de que eso no puedo cambiarlo.
Llevé mi vista hacia le horizonte, disfrutando más aún del lugar en el que nos encontrábamos, aunque por dentro solo estaba esperando su respuesta.

Creo que poco a poco comenzaba a admirarlo. Esas son cosas que yo no digo, y generalmente en algún momento me arrepiento de no poder conversar mis sentimientos, si esa era la palabra, con alguien. Aproximadamente 1225, había dicho. Eso era mucho tiempo, aún para un vampiro. Muchos se miden constantemente con la persona con la que conversan y, en ocasiones, yo soy así pero ese no era el caso. No preguntaba para medir que tanto sabía, que tan fuerte era… Si no por pura curiosidad, interés.
Aguardé atentamente a que continuara.
Había oído aquello. Que muchos de los guardias habían sido transformados con aquel motivo, aunque nunca había escuchado a ninguno que me lo dijera directamente. Más bien, nunca había conversado sobre el pasado con ningún vampiro. ¿Habría muerto de no ser por Aro? ¿A qué se refería, a morir como humano envejeciendo o por algún motivo? No estuve segura de preguntarle, preferí esperar a que continuara hablando, quería saber cómo seguía. Y lo comentó, no era muy diferente a lo que hacía en su vida humana. Entonces, quizás habría muerto por su trabajo.
- Me pregunto cuántos años duraré yo aquí… - murmuré por lo bajo, aunque no supe hacia quien lo dirigía. Más bien fue algo que se me escapó. Él, realmente era fuerte. Y los demás, también. Cada uno de ellos poseía dones espectaculares o una inteligencia superior. ¿Cómo alcanzaría eso? ¿Cómo podría durar allí? Yo tenía un don, pero no era muy especial a mi parecer. Quizás, de haber sido yo otra persona, lo vería como algo interesante, pero para mí eso era natural, tener esa capacidad no era algo que me había surgido de un momento a otro luego de desearla con todo mi ser… Tan solo me había tocado al azar, o me la había dado el destino, quien sabe. Además, mi don no era muy eficaz para la guardia considerando lo fácil que me agotaba al utilizarlo. Quizás Aro me había elegido por pura curiosidad, y no tardaría en notar que yo no podría servir demasiado allí. Eso por un momento me invadió de pena, nervios, no comprendí que sentimiento era… Creo que miedo. No quería irme, no quería abandonar la guardia y no quería morir. No fue en ese orden porque todo llevase a lo mismo, sino porque eran las cosas que creo que me atemorizaban. Había ocasiones en las que sinceramente me daba igual que vaya a ser de mi vida, pero esas ocasiones solo eran depresiones momentáneas. Yo bien sabía que no deseaba durar poco, que no deseaba salir herida en un primer combate o misión y que no quería que me echen…
- Sinceramente, eres mucho más fuerte de lo que pensaba – admití. Me gustaría ser como tú, pensé aunque no me atreví a agregarlo a la frase. ¿Qué pensaría si lo hacía?

Casi 800 años. Al oír aquello no pude evitar soltar una pequeña sonrisa. Seguía pareciéndome mucho tiempo, y para mí era algo sorprendente.
Se me hacía extraño conversar con él. A mí ya se me había hecho evidente que muchas de mis ideas eran puras locuras, aunque quizás no era la única que las consideraba. El había pensado algo similar, o lo había dicho solo para hacerme sentir mejor, una de dos. Aún así, cualquiera que fuese la situación, creo que había hecho lo que proponía la segunda idea. Dios, yo no entendía muy bien el porqué de las conversaciones que mantenía la gente. Nunca había entendido del todo bien como podía ayudar contar tus problemas o ideas a los demás. Supongo que en ese momento me di cuenta de que relacionarse con otras personas no hacía mal. Era agradable.
Solté una leve risita al escuchar su comentario. Realmente era educado, mucho más que otros vampiros que había visto, por más que todos mantenían un excelente comportamiento. Quizás los años son los que te enseñan o las personas que te rodean. En cualquier caso, ninguno parecía un rebelde sin causa.
¿Sería él amable con todos los nuevos guardias, o con los de la guardia experimental? Según tenía entendido yo debía obedecerle tanto a los líderes Volturi y a sus esposas, como a la guardia oficial. No sería raro si yo consideraba que de alguna manera le agradaba como para que me de charla, y luego me enteraba de que no me contaba nada que otros no supieran, que tan solo era una igual más. Eso solía pasar. Aún así, me sorprendía un poco la educación que poseía, la forma en la que se relacionaba con todos... Mucha gente trataba como basura, o personas sin importancia, a quienes debían obedecerles. Los Volturi no, o por lo menos él no. Parecía tener respeto por cada uno.
¿Qué tanto sabría de semivampiros? Según había oído no era una raza muy común, por lo que no podía esperar que todo el mundo supiera todo. Es por ello que quizás yo tenía muchas dudas sobre lo que yo podía hacer. Aún así, si le preguntaba no perdería nada. En realidad en aquel momento, solo una me rondaba la cabeza. Había estado dejando que ronde mi cabeza gran parte de la noche anterior, y ahora no podía alejarla.
Toda la duda había salido solo con algunas “leyendas”, o mejor dicho historias verdaderas, sobre vampiros enamorados. Vampiros que transforman humanos para vivir la eternidad junto a ellos. ¿Y los semivamipros…? - ¿Sabes si los semivampiros también pueden transformar humanos? – pregunté con curiosidad que sería difícil alejar de mí.
Creo que sabía más sobre otras personas que sobre mí misma. Lo mismo con el tema de la familia. ¿Quién era la mía? Ni idea. No lo sé. Aún así, aquel tema nunca se lo había comentado a nadie. Por dentro quería saber quién era mi padre y mi madre, aunque pensar en la última me hacía sentir mal, ya que sabía que la había asesinado. ¿Qué vampiro se dignaría a embarazar a una humana y dejarla morir dando a luz? Supongo que solo alguien horrible. No, no quería conocer a mi padre. Aún así, dentro mío, aunque lo negara hasta en mi cabeza, sabía que quería saber de quién se trataba.

Observé curiosamente su comportamiento con las humanas. Que increíble lo fáciles que eran. Aunque supongo que eso no es solo por ser humanas, quizás algunas vampiresas sean igual. De seguro muchos consideraban un juego ese de la conquista. Yo, personalmente, no lo entendía. ¿Qué tenía de divertido enamorar o atraer a una persona que no te interesa? ¿Levanta el autoestima? No lo sé. Aunque de seguro cuando pase los cinco años, o seis, empezaré a comprenderlo; espero. ¿Habría llegado yo a la adolescencia? En un humano se supone que es a los 13 o 14 años, creo, pero, ¿y en un híbrido? Um, otra pregunta a la que le buscaría la respuesta.
Dios mío, cuantas preguntas extrañas pienso y como paso mi tiempo pensando en posibles respuestas. Voy a tener que buscar algo más interesante que hacer con mi vida, además de, claro, servir a la guardia. Quizás no ocupaba suficientemente bien mí tiempo. Tendría que salir de caza más seguido, hacía ya un tiempo que no lo hacía y la sed comenzaba a invadirme. Quizás podría ir a Seattle o a algún otro lugar más lejano.
Luego, escuché su respuesta muy atenta. Lo de la ponzoña… Sí, lo había notado, aunque no estaba segura hasta aquel momento. Hubiera sido interesante tener aquella posibilidad, no sé porqué. Probablemente de haberla tenido no me habría importado en lo más mínimo y nunca habría pensado que quizás querría transformar a alguien, pero al no tenerlo todo lo hacía más interesante.
No pude evitar soltar una suave risita y una sonrisa antes de responder a su última pregunta. – Convertir… No, a nadie. Era solo curiosidad. Quién sabe, quizás algún día si lo desee o lo necesite – terminé de responder. Creo que poco a poco abría un poco más mi boca soltando más palabras que antes. En ese momento ni lo noté, no es que no prestase atención a lo que yo misma decía, sino que ya no tenía temor de pronunciar las palabras. Eso era bueno, supongo.
- ¿Tú has transformado a alguien? – pregunté con algo de curiosidad, aunque sabía que quizás no debía meterme en eso. Creo que, si no había oído mal, Melinda, la chica que había vuelto hacía poco, había sido transformada por él… Pero no estaba segura. No le había prestado tanta atención a lo que oía sobre cada uno de los guardias, y ahora me arrepentía por ello. Tenía que ser mucho más atenta.
Igualmente, con 800 años probablemente habría transformado a alguien, aunque eso no era algo que yo podía asegurar. No sé cuántos son los vampiros que han vivido más de un milenio, pero probablemente los que lo han hecho y los que están cerca deben conocerse. Después de todo no parece haber tanta cantidad de vampiros como humanos. De ser así, dudo que la raza humana siga existiendo.

Al observarlo mencionar a Melinda creí que quizás mostraría algún sentimiento, aunque sea de amistad. No me pareció ver ninguno. ¿Qué relación habría entre entre ellos? Para un vampiro, ¿la persona que lo transforma es importante? Yo creí que sí, pero en ese momento dudé. Aún así, no hice comentario alguno, tan solo continué escuchando.
Creo que hasta aquel momento no había estado segura de porqué los vampiros transformaban humanos. ¿Por amor? Eso había creido en algunos casos. ¿Para salvarlos de una muerte? Sí, probablemente algún vampiro se apiadaría de algún humano. Y ahora, sabía también que por sus dones.
¿Sería muy dificil encontrar un humano con un don especial? Supongo que, con tantos humanos, en una escuela debe haber más de uno. No podría decir exactamente el porcentaje, pero en Volterra creo que todos, o casi todos, los vampiros tenían alguna habilidad que los caracterizaba. Para mí, ver vampiros con dones era común, no algo extraño. Aunque, ¿cómo serían los demás vampiros del resto del mundo? Los Cullen, según sabía, también tenían dones y eran poderosos. Al igual que otros que no se habían unido a la guardia. ¿Pero sería tan facil poseer alguna habilidad o solo unos pocos contaban con esta ventaja? Esta pregunta permaneció unos instante en mi mente, aunque la olvidé cuando continuó hablando.
¿A Heidi también la había llevado a Volterra? No sé que tal recordaría Heidi a su creador, pero supongo que después de tantos años alguien que te lleva a lo que se vuelve tu familia debería ser importante, como si él mismo te hubiera transformado. Con Heidi no había mantenido nunca una conversación, no sabía muy bien como era su personalidad ni tampoco su manera de pensar. Aún así, creo que me había dado la impresión de que era muy amiga de Demetri. Quizás, algo más.
Sonreí por un momento, aunque lo que para mí fue una sonrisa quizás para otro solo era un pequeño movimiento en los labios que no llegaba ni a mostrar los dientes. Pero sonreír, no era algo que me saliera muy seguido reamlente. No sonreír con toda mi boca y mostrarme hiperactivamente animada, no solía ser así.
- ¿Esto fue hace mucho? - pregunté con la misma curiosidad que me había caracterizado durante toda la conversación, aunque no estaba segura de si era correcto continuar con el tema.

100 años, eso sí que era mucho. Sonreí al oir aquello. Poco a poco me daba la sensación de que yo misma me obsecionaba con el tema de la inmortalidad. No sé si obseción era la palabra justa, pero era una mezcla de curiosidad y ansiedad. Esperaba poder vivir mucho tiempo, trataba de saber cuanto duraría mi vida y como acabaría; no debía olvidarme de vivirla.
Al oír lo de su partida no pude evitar sorprenderme. ¿Así nomás? ¿Solo se fue? Entonces eso era posible, era posible irse, era posible volver. Sí, porque como yo ya había notado, Melinda había vuelto. ¿Se había ido por aburrimiento? Aquello no me convenció. Es decir, quizás sí, pero me sonó algo extraño. Aún así, supe que eso no era justamente algo que debía preguntar. Quizás se había ido solo por aburrimiento, o quizás por otro motivo, y cualquiera que fuera ese motivo debía ser algo más bien personal.
- Entonces la posibilidad de irse existe - murmuré por lo bajo, aunque a un tono que él pudiera escuchar. Más bien creo que traté de hacer entrar aquella idea por mi cabeza, ya que justamente era la verdad que contradecía a todas mis extrañas teorías. Aquellos momentos de nervios pensando si me dejarían vivir... Creo que habían acabado.
Sí, estaba esa posibilidad, irse. ¿Pero era eso lo que yo quería? No, creo que no. Yo no quería irme, no quería que me echen. Y ya no era que no quería irme por temor a que me maten al hacerlo, si no porque me gustaba estar allí. Si me iba, no tendría nada que hacer. Y ser de ayuda, aunque sea para algo, no era una mala idea.
Típico en mí, buscar lo que no puedo tener. De estar prohibido irse, probablemente ese sería mi objetivo. De estar permitido, ya no me interesaba hacerlo... Si seré estúpida. - Um, pero yo no quiero irme - agregé ahora segura de mí misma.

{Off: Perdón por haber tardado tanto en responder.}

¿Cómo podría describir mi encuentro con Becca? Definitivamente como interesante. Interesante sin todo el sarcasmo o la ironía con que solía pronunciar esa palabra. Esta vez sí era así, era interesante, además de un tanto sorprendente. Además de la niña de los Cullen y de Anya, no había conocido a otro semivampiro, mucho menos había tenido una plática de este tipo con alguna de ellas. Sí, era cierto que era el protector de Anya, pero mi trabajo se limitaba a vigilarla de lejos, incluso había momentos en que ella ni siquiera notaba que estaba siendo seguida. A veces habíamos charlado, sin embargo, había sido por cortos períodos de tiempo. Esta vez era diferente. Sinceramente, no habría imaginado que todos esos pensamientos pasaran por una niña que tenía pocos años de edad. Pero era obvio que su mente trabajaba de forma diferente a la de un humano y, por muy increíble que pareciera, también distinta a la de un vampiro. Era un punto de medio, en el que Becca podía tener lo mejor de ambos mundos. Era afortunada.

-Sí, la oportunidad existe,- confirmé sus palabras, con certeza y con seguridad. No sólo Melinda había sido la única que había dejado la guardia por un momento, sino también Eleazar, un par de siglos atrás. El siguiente comentario que hizo me provocó cierta gracia. Reí entre dientes y asentí lentamente con la cabeza, para luego recargar mis codos sobre mis rodillas, reclinándome ligeramente al frente, volviendo a fijar mi vista en los adoquines frente a nosotros. –Si no quieres irte, puedes quedarte el tiempo que desees, un don como el tuyo nunca resulta innecesario,- volteé a verla de reojo, esbozando una media sonrisa.

-¿Sabes? Melinda no ha sido la primera en irse,- dije con un tono casual, solamente reforzando el hecho de que podía irse si eso quería.- Hace un par de siglos, estaba en la guardia otro chico de nombre Eleazar,- añadí, volteando mi rostro hacia ella, para contarle otra historia. –Su don era saber qué don poseía cada persona con solo verla. Era muy útil si Aro quería convertir a alguien, así podía decirle si algún humano iba a poseer algún don en especial, o muy útil en las batallas, para advertir sobre los peligros de otros vampiros- dije con cierta ironía. Un par de miembros actuales habían sido convertidos por el don de Eleazar. –Si él te viera, aún a 10 metros, podría decir que tu don es el del efecto espejo, aunque no lo usaras,- expliqué, un poco más, sólo en caso de que no hubiera comprendido del todo.

-Estuvo durante varios años en la guardia hasta que conoció a su pareja. Fue en ese momento en el que decidió dejar a los Volturi. Aro lamentó mucho su partida,- añadí con cierta diversión en mis ojos. Era increíble lo que muchos hacían por amor. –Se fue, con la invitación de regresar cuando quisiera,- me encogí de hombros y mi mirada volvió al frente.- Si lo quisieras, podrías hacer lo mismo,- añadí con naturalidad, dedicándole una sonrisa cálida por un segundo antes de volver a mantener esa expresión tranquila e impasible en mi rostro.

OFF: Ahora tú, por favor, discúlpame por haber tardado tanto Pero ya volví