Encuentros fortuitos [Alice]

Las nubes cubrían todo el firmamento con su denso manto grisáceo, obligando al astro rey a retroceder hasta quedar oculto detrás de ellas, aguardando el momento adecuado para volver a brillar con toda su fuerza. Ocasionalmente el cielo se iluminaba a causa de majestuosos rayos que dibujaban caprichosas figuras en el aire, electrificando el mismo con increíble y hermosa facilidad. Una suavi brisa soplaba del norte, moviendo perezosamente las hojas verdosas que colgaban de las frondosas ramas de grandes árboles conformantes del bosque a las afueras del pequeño poblado conocido como Forks. Fácil era mirar a los animales huir a sus diversas madrigueras a guarecerse del diluvio que se aproximaba y que amenazaba con sacudir la tierra con imponente y tembile fuerza.

A medida que las primeras gotas de agua fresca caían al suelo, emitiendo una melodía armoniosa y casi rítmica que contrastaba con el oscuro panorama, Lennard continuaba su deambular por los dominios de la naturaleza, despreocupado, con una gran sonrisa cuasi perfecta enmarcada en sus facciones juveniles y su aspecto humedecido por la lluvia. Unos pocos cabellos, los más largos de su cabeza, descendían por su frente hasta casi tocar las afiladas cejas color café oscuro; del vello recortado bigote y barba caían tímidas gotas de agua cristalina que terminaban por bañar el verdor del bosque y servir de alimento a las diferentes plantas bajo los pies del inmortal. Un par de conejos dirigieron una mirada curiosa al hombre que no escaba de la tormenta, al hombre que veía aquel espectáculo como uno de los más entretenidos regalos que la naturaleza podía brindar a los humanos y demás criaturas del planeta.

Escalo ágilmente hasta la copa de un árbol, empleando un par de saltos entre rama y rama para alcanzar su objetivo. La vista desde las alturas le parecía fascinante, incluso para un sujeto como él, cuyas fechorías bien podrían haber eliminado la sensibilidad de su corazón siglos atrás. Un par de minutos después se dejó caer al piso, levantando una delgada capa de agua y tierra a su retorno. Los vaqueros azules apenas exhibían rastros de suciedad mientras que la chaqueta negra, en cuya espalda estaba plasmado un dragón rojizo, permanecía pulcra y cubriendo una playera blanca; desde luego, el par de caterpillar negras no corrían con la misma suerte.

Se adentró un poco en el bosque, apenas contados pasos más, hasta percibir una esencia que le pareció llamativa, peculiar, quizás hasta dulce, en medio de aquella tempestad. Enarcó una ceja inconscientemente, pensando en que podía realizar una pequeña parada en su jornada de inspección para saludar a otros semejantes a él.

-No había olido una esencia así en muuuucho tiempo- mumuró al aire con un tono de ligera sorpresa, mientras giraba en dirección a la fuente del aroma, buscando a su dueño o dueña.

Bajé la cabeza unos segundos debido a las frías gotas de agua que, de repente, habían comenzado a mojar mi rostro, ropas y cabello. Éste último se encontraba mojado, separado en mechones que goteaban agua sin parar. Soplé un mechón que había caído sobre mi cara, apartándolo de allí para luego colocarlo detrás de mi oreja.

Con un rápido movimiento, salté hacia el interior del bosque, donde los árboles eran frondosos pero no lo suficiente como para evitar que el cielo se viera o las gotas de lluvia cayeran con un suave crepitar. Sonreí ante el sonido, dejándome llevar y caminando por entre la maleza sin un destino definitivo. Llevaba tiempo sin sentirme así, libre, y quería disfrutarlo.

Estaba aún más cerca de Forks de lo planeado. Una parte de mí me gritaba que me alejara enseguida de allí y volviera a Volterra, a refugiarme entre las capas negras y encerrarme dentro del gran castillo que tanto había odiado. Pero otra parte, mi parte más salvaje, aquella que era de mi propia naturaleza vampírica, me instaba a continuar con esta extraña caminata, y enfrentarme a lo que sea que ésta conllevara.

Olfateé el aire, maravillándome por los suaves aromas a bosque que capté de inmediato. Casi había olvidado la esencia de la lluvia y el bosque inmensamente verde de Forks. Me reprendí por ello, aunque no seriamente. Entonces, otro aroma penetró en mis fosas nasales.

Abrí los ojos con sorpresa, preparándome para ver si alguien se acercaba a atacar. Era el aroma de un vampiro, estaba segura. Caminé con lentitud hasta que supe me encontraba lo suficiente cerca como para verlo y detenerlo en el caso de que quisiera atacar. Me erguí, observando aquella sombra que oía acercarse.

Emprendió entonces la marcha en dirección a la esencia, la misma que le sacara de sus cavilaciones como por arte de magia. Pensó en echar un vistazo desde la parte superior de aluno de los árboles, pero consideró que sería una falta relativamente grave, quizás hasta una especie de hostilidad y, dado que no planeaba combatir aquella tarde, dejó pasar el asunto y avanzó a paso humano a donde la invisible mano del aroma le guiaba con finos dedos ilusorios entre los robustos troncos del bosque de Forks.

A cada paso el efluvio se volvía más y más fuerte, dándole a entender a Lenn que se hayaba en la dirección adecuada, mientras sus ojos oscuros trataban de penetrar entre la espesura de la arboleda para ver a través de la misma. Ocasionalmente las hojas eran suficientes para servir como una especie de paraguas, propiciando que el aroma fuera más fácil de indentificar para el vampiro, quien continuaba recorriendo los metros que les separaban, todavía con la paciencia de un mortal y no con la agilidad de un dios como Hermes.

Poco a poco consiguió divisar una silueta humana, de estatura bastante baja, quizás un pequeño duende entre la inmensidad de los árboles. De haber estado en Irlanda o ser nato de ese país, seguro habría creído en las historias sobre hadas y cosas por el estilo después de ver a semejante persona. Poco a poco se dio cuenta de que una chica, sus cabellos estaban igual de mojados que los de él, aunque los llevaba cortos y al parecer terminados en varias puntas; seguramente debían verse agradables cuando estuviesen plenamente secos.

-Quizás en otro tiempo no me sorprendería de ser el único merodeando en el bosque- saludó Lennard con voz parcialmente amable y amistosa, acompañando con una ligera reverencia sus palabras. La inmortal era bastante linda a su parecer, de facciones finas y ojos profundos. Pensó en cómo deberían ser los Volturi en persona puesto que, para su desgracia, jamás les había visto en persona.

Alcé la barbilla cuando sentí la presencia acercarse, su aroma siendo cada vez más intenso y aquella sombra viéndose cada vez más cerca. Entrecerré los ojos para observar a través de los frondosos árboles, divisando, ya para cuando estaba segura de que él también me había divisado a mí, a un vampiro que también parecía llevar bastante tiempo bajo la lluvia. Tenía los cabellos castaños pegados a la frente debido a la lluvia.

Escuché con atención sus palabras y su saludo, no respondiendo de inmediato. Analicé la situación, con ese aire que desde hacía un tiempo había heredado de los Volturis. Finalmente, decidí que no habría peligro en abrir la boca a menos que revelara más de lo debido.

—Lo mismo diría —asentí—. Pero nunca es muy normal que dos personas, menos si ambas pertenecen a la raza de los inmortales, se encuentren en el bosque de un pueblo diminuto en el que siempre llueve, razón por la cual la mayoría de los encuentros se producen bajo la lluvia.

El vampiro era carnívoro, lo noté por sus ojos. Me pregunté qué estaría haciendo allí, pero no mencioné nada, porque sabía que si preguntaba él preguntaría de vuelta —quizás por cordialidad o por auténtica curiosidad— y esa respuesta, a mi parecer, sería demasiado personal.

Así que me limité a cuestionarle:

—¿Puedo saber quién eres?

La chica parecía ser tan fría como la misma lluvia que caía del firmamento, tan gélida y análitica como un asesino serial de cintas norteamericanas... aunque claro, él mismo había sido uno y no recordaba haber adoptado semejante actitud... claro, siempre existía la posibilidad de olvidarlo de pronto. En cualquier caso, era lo de menos, puesto que el resto de sus palabras le ocasionaron formar una especie de sonrisa en sus labios, haciendo que barba y bigote se movieran al mismo tiempo. Ladeó la cabeza un par de ocaiones, pensando un poco en lo azaroso que podía llegar a ser el destino en muchas ocasiones para, más tarde, disponerse a contestar, atendiendo a la buena educación que le proporcionaran durante su vida humana.

-Eisenberg, Lennard Eisenberg- dijo con voz monocorde aunque un tanto expresiva- Supongo que no puedo diferir mucho de tu manera de ver las cosas, ya sabes, cuando uno es nuevo en la zona, poco puede hablar, más aún cuando se es un viajero, ¿no lo crees...?- dejó las palabras flotar libres en el aire durante un segundo, para después añadir con cierta curiosidad- ¿Cuál es tu nombre?- inquirió finalmente, llegando al punto donde deseaba.

Posó sus ojos en los de la inmortal, tratando de ver un poco más de lo que las simples y llanas palabras podía revelar a un observador más o menos experimentado. Un torrente de interrogantes pronto aparecieron en su mente, dando vueltas a velocidad vertiginosa, pero decidió ordenarla cuidadosamente para usarlas de acorde a la situación. Exteriormente, solo su sonrisa impecable y aspecto parcialmente desgarbado eran lo único visible.

Registré su nombre en mi mente, para así evitar olvidarlo luego. Suspiré ante su pregunta, aunque sin dejar de mirarlo. El hombre parecía ser un extranjero, claramente. Se me hacía obvio pues dudaba que un vampiro carnívoro se hubiese asentado permanentemente en un pueblo como Forks, donde los asesinatos son bastante notables en el caso de que uno se cometa debido a la poca población.

Dudé sobre si mencionar mi nombre. ¿Podría él ser capaz de reunirse con los Cullen y revelarles que me había encontrado? Lo dudaba, pero por si las dudas sólo mencioné mi nombre, sin apellido. Todavía no podía confiar en él.

—Soy Alice —incliné la cabeza levemente al compás de mis palabras—. Y sí, creo que cuando uno es extranjero debe primero conocer el lugar antes de estar seguro sobre cómo es la zona —por alguna razón, se me escapó una sonrisa—. ¿De dónde vienes? Si se puede saber, claro.

-Alice- repitió inconscientemente mientras evocaba mentalmente un viejo pasaje de un libro que leyera tiempo atrás, recitándolo en voz alta:

Beware the Jabberwock, my son!
The jaws that bite, the claws that catch!
Beware the Jubjub bird, and shun
The frumious Bandersnatch

Rió un momento al darse cuenta de lo que acababa de hacer, juntando las manos, palma con palma a manera de expresar una disculpa.... no, no era algo común en él, pero aquello resultaba ser demasiado espontáneo. Se aclaró la garganta, a pesar de que cosa semejante era completamente innecesaria dada su condición inmortal y cuasi perfecta. Después su voz salió con un tono extranjero, pero sereno y calmo.

-Lo lamento, recordé este cuento, Alice in Wonderland, y entonces vino a mi mente un fragmento del Jabberwock... solía gustarme- comentó el vampiro de forma un tanto reflexiva, para a continuación anadir un tanto más formal- Esta es la primera vez que vengo por aquí, estaba reconociendo la zona puesto que no sé cuanto me quede por esta parte de norteamerica- se encogió de hombros sin darle tanta importancia al asunto- He viajado desde centroamérica, aunque realmente me considero un cosmopolita- miró un momento el cielo, donde la luz natural alumbraba las tinieblas con su majestuosa brillantés durante un momento más o menos largo- ¿Eres de por aquí, Alice?- agregó Lennard en algo semejante a un susurro para un humano.

No me pude resistir a alzar una ceja ante sus palabras y el pasaje del libro que había recitado. Desvié la vista, tratando de ocultar la sonrisa que extrañamente se había dibujado en mi rostro. Finalmente, logré eliminarla, volviéndolo a mirar con una típica expresión de mártir.

—No es problema alguno —respondí, sinceramente, a sus disculpas. Escuché con atención su explicación de dónde venía y que estaba haciendo en ese lugar. Casi sin darme cuenta había logrado que me respondiera una de las principales cuestiones que me había plateado al verlo allí en un principio. Pero también había acertado en que él preguntaría de vuelta.

Meneé la cabeza, pensando en qué responder. Mis cabellos se movieron suavemente a cada lado de mi rostro, goteando agua y salpicando de pequeñas gotas cristalinas mis hombros y alrededores.

—Lo era —finalmente respondí, pensando en que era la completa verdad—. Todavía no tengo idea de porqué regresé. Creo que volví para recordar viejos momentos, aunque no lo sé —me encogí de hombros, advertiéndome mentalmente de que no debía rebelar tanto—. El caso es que viví una parte de mi vida en estos lugares, y por eso los conozco.

Devolvió su plena atención donde Alice apenas escuchó la melodiosa voz de la misma, no como la cualquier habitual vampiro, era incluso sobresaliente para un ser inmortal como lo eran ellos. Por un momento creyó haberla visto sonreir, una sonrisa encantadora que solo podía venir de una persona alegre... pero que pronto se modificó a algo semejante a una seriedad extrema, casi al grado de caer en lo ceremonioso e intimidante. Seguro tendría sus razones para tal cosa, y no pensaba indagarla, no en un futuro próximo puesto que, al final, tal vez no eran de su incumbencia en lo más mínimo.

-Fantasmas del pasado- murmuró a la tormenta tras prestar atención a lo que su interlocutora acababa de decir. En su rostro se plasmó una expresión de cierto asombro, resignación y remembranza. Imitió el gesto de Alice, sacudiendo la cabeza delicadamente también- Imagino que no será algo de lo que quieras hablar y que tampoco debería ser de mi interés, ¿verdad?- preguntó aunque más bien se afirmaba así mismo. Después de todo, ¿por qué le revelaría ella algo a un sujeto que apenas y conocía?- En todas partes siempre existen fantasmas, fantasmas o ecos de nuestras acciones- Lennard hizo algo semejante a reir, pero sin muchas ganas o fuerzas y luego prosiguió- ¿No sabes si estos son terrenos de algún clan o familia?- puntualizó para continuar mirando a Alice, sin llegar al grado de una descortesía o cosa parecida.

Una corriente de aire levantó algunos cabellos de su cabeza, despinándole un poco más de lo que ya estaba. Aspiró hasta captar un poco mejor la mezcla de humedad, madera, vida forestal y Alice que se creaba exactamente ahí donde él estaba parado, inmerso en una charla bastante peculiar e interesante a su juicio

Escuché sus palabras en un absoluto silencio, sopesando cada una de ellas y reflexionando a mi parecer. Sin importar qué pasado tengamos, el pasado existe en cada uno de nosotros. Da igual si puedo ver el futuro y no recuerdo absolutamente nada de mi vida humana, si todo lo que sé lo sé debido a la información que busqué hace un tiempo, pero el pasado ahí estaba y ahí se quedaría, para siempre.

—No, no creo que sea de tu interés —dije suavemente, aunque con tono firme «La curiosidad mató al gato» pensé—. Da igual si los fantasmas son o no son, están y ese es el punto de todo, ¿no crees? Uno no puede cambiar el pasado. Si lo intentara, alteraría el futuro —una furtiva sonrisa se dibujó en mi rostro, pensando en el modo en el que estaba hablando sobre el futuro. Meneé la cabeza con los ojos cerrados.

Justo en ese momento oí cómo preguntaba acerca de quién habitaba los terrenos. Fruncí los labios y me mordí la lengua unos segundos, llegando al punto de que hubiera sangrado si fuera humana. Finalmente, hablé:

—Sí, lo sé. Aquí habitan los Cullen, una familia de vampiros que se alimenta de sangre animal. También, por las costas, hay una reservaciòn en la cual los inmortales no son bien recibidos. No te recomiendo aventurarte por ahí.

Asumió que aquello que seguía a Alice debía ser demasiado profundo como para intentar siquiera revelarlo a un individuo como él, desconocido ante sus ojos. Se conformó, realmente no tenía prisa por investigar más allá de lo que en su mente se planeaba. No obstante, se percató de la reacción de la vampiresa ante su interrogante, como si la incomodase con ello. Entonces, al escuchar el apellido de los dueños de esa zona, reprimió una sonrisa triunfal, evitando mostrarse descortés ante su interlocutora pues, tal vez, ella misma había convivido con los Cullen por su manera de expresarse. Apuntó en su cabeza el detalle de la reserva, pensando en que quizás iría ahí más tarde para ver qué clase de peligros podía acechar a un ser como él ahí.

-Está bien, aceptó la falta de confianza. Aunque el presente siempre se puede pensar con claridad para evitar el pasado y mejorar el porvenir- bromeó Lennard en un vanal intento por lanzar el ansuelo, cosa que en verdad carecía de importancia.

Sus ojos carmesí contemplaron el cielo durante una fracción de minuto, esperando, guardando un breve silencio. Alice parecía una mujer bastante peculiar, no solo por su estatura sino también por su conducta tan críptica, tan indescifrable y extraña a la vez. ¿Quién era en realidad? Ya lo sabría si le correspondía.

-¿No fueron los Cullen quienes lograron derrotar al maestro Aro hace un tiempo?- preguntó con cierta curiosidad el vampiro, dirigiendo una mirada a lo profundo del bosque, mientras su mente se elevaba a lugares distantes, hasta Volterra, pensando finalmente en encontrarse con la realeza, ofrecerle sus servicios y ser anexado a la poderosísima guardia que, se rumoraba, era invencible.

Esperaba, con paciencia, su respuesta. Cuando respondió, lo escuché con atención sopesando cada una de sus palabras. Asentí, de acuerdo con su punto de vista sobre el paso del tiempo, el pasado, el presente y el futuro, dejando que los cabellos que había acomodado detrás de mi oreja cayeran nuevamente a mi rostro. Meneé la cabeza cuando las gotas de lluvia perlaron mi frente.

Me mordí, apenas por una fracción de segundo, el labio inferior cuando escuché su reciente pregunta. Me cuestioné a mí misma qué responder. No debía de mostrarme demasiado enterada del tema pues eso podría acarrear sospechas, ¿pero cómo responder, protegiendo aún así la dignidad de los Volturis y la capacidad de mi anterior familia, sin mostrar que estaba bastante enterada del asunto? Había estado presente cuando todo se desarrolló, demonios.

—Eso depende de a qué le llames derrota —comencé, pensando antes de decir cada palabra. No quería meter la pata—. No se dio ninguna batalla y los Volturis volvieron a Volterra sin ningún percance, al mismo tiempo que los Cullen también salieron victoriosos. Pero sí, se puede decir que fueron los reyes de Volterra los que huyeron y los Cullen los que derrotaron.

Paré un segundo, decidiéndome si continuar o no.

—¿Cómo es que te has enterado de ello? —pregunté, pensando en que quizás era más sabido de lo que creía el enfrentamiento que había surgido entre ambos clanes.

Notó la manera en que Alice se mordia el labio, intrepándolo como un signo de, quizás nerviosismo. Había aprendido mucho sobre conducta, lo había necesitado para seguir vivo y tan tranquilo en los mundos donde se desenvolviera tanto tiempo. Extendió la palma de su diestra al cielo, dejando que algunas gotas de agua fresca cayeran en ella, aún sin sentirlas del todo debido a su gélida piel de diamante. Poco después fue incapaz de reprimir una sonrisa ante la contestación lograda, cerrando los ojos mientras agachaba la cabeza durante menos de medio minuto. Voldió a aspirar tanto como pudo, grabando bien en lo profundo de su memoria aquella combinación peculiar de esencias que le gustaba. Llevó la diestra a la cabeza, frotando sus cabellos hasta alborotarlos un tanto y conseguir un estilo de peinado un poco distinto al que solía, para luego dirigir su plena atención a Alice, frotando su barbilla con un par de dedos de la mano izquierda.

-Hubo muchos testigos de aquello, incluso el maestro Aro envió a varios a decir que "se había hecho justicia"- dijo Lennard haciendo un breve reverencia en la dirección en que debería estar Volterra- Algunos de mis amigos se enteraron de la verdad de todo gracias a que le sacaron la verdad al emisario que penetró en el territorio en que estaban. Fue algo desafortunado, soy un fiel devoto de los Volturi y tuve que presenciar el maltrato de uno- añadió con cierto pesar bastante honesto- Supongo te habrás enterado de ello de la misma forma, a menos que hayas presenciado el enfrentamiento, claro está- concluyó el inmortal acomodándose un poco sus vestimentas.

Observé lo que hacía en el más absoluto de sus silencios. Fruncí el ceño cuando noté aquella furtiva sonrisa dibujarse en sus labios, y le busqué algún significado a ella. No pude encontrarlo, pero aún así la curiosidad persistió hasta que me encontré a mí misma divagando sobre las posibilidades. Sacudí la cabeza, alejando esos pensamientos de mi mente. No era de mi incumbencia.

Así estaba cuando lo escuché hablar. Alcé el rostro, sorprendida, pero luego mi expresión volvió a ser la de siempre. Lo oí, y luego me mordí el labio interior, pensando en qué responder. No quería mentir, pero tampoco debía decir la verdad.

—No sabía que tanta noticia se había hecho acerca ese hecho —dije, eligiendo bien mis palabras—. Y menos sabía que aún persistía, pues han pasado diez años desde entonces. Da igual, para nosotros el tiempo no pasa como para cualquier mortal. El caso es que sí, estaba allí; ¿no te había dicho que viví aquí hace un tiempo? Vi lo que sucedió de cerca, y la verdad es que no me arrepiento de haberlo hecho. Fue... interesante.

Nuevamente aparecía aquel movimiento de morderse el labio, Lennard comenzaba a creer que estaba en lo correcto al tomarla de la manera en que lo hacía, por lo cual en esa ocasión optó por mantenerse sereno, dispuesto a escuchar lo que Alice fuera a decir. Por supuesto, no se llevó la más mínima decepción, ella había dado varios rodeos para llegar a la contestación final.... ¿ocultaba algo? Marius solía decirle que cuando uno no miente responde de forma directa a los cuestionamientos, aunque eso aplicaba principalmente a los humanos, seres como ellos tendían a ser mucho más ceremoniosos y cosas por el estilo.

La diestra de Lennard llegó hasta su mentón, recorriéndole en varias ocasiones mientras el vampiro analizaba detenidamente las palabras de Alice. Arriba, la tormenta continuaba centelleando, provocando temporales amaneceres a causa de los potentes rayos, mientras una delgada cortina de agua cubría parte del entorno, limitando la visibilidad... para un mortal cualquiera desde luego. Un conejo cruzó entre ambos, dedicando una mirada a Lennard, quien le observó durante un instante con sus intensos ojos, para después contemplar la huida del pequeño animal. Plasmó una cordial sonrisa para devolver su atención a la situación.

-Si vivías aquí, supongo que habrás ayudado a los Cullen, o incluso tal vez formabas parte del Olympic Coven por la manera en que te has expresado antes- dijo recordando la manera en que Agatha llamara a aquellos vampiros- Imagino cómo habrá sido ver semejante enfrentamiento... bueno, si a una lucha verbal se le puede llamar de esa manera

¿Realmente Alice había pertenecido a los Cullen? Quién sabe, era posibile, de qué otra manera habría podido advertirle sobre aquella reservación... había otras formas desde luego. En definitiva, siempre podía equivocarse